martes, 16 de diciembre de 2008

EGRESADA: ¡Sí señor!

Hace unos días terminé la universidad. Así es, soy una EGRESADA. Aunque muchas personas no lo crean, es verdad. Digo esto por que en el colegio fui muy mala alumna, lo detesté. Para mis profesores mi nombre era sinónimo de dolor de cabeza. Confieso que nunca volvería a esta etapa, que considero la peor tortura.

Hace unos días abandoné mi último salón de clases. Hace unas horas empecé a cuestionarme sobre ese bichito de desconcierto, el que te pica al terminar una etapa, no sé por dónde anda que no lo he visto pasar. Debo haberme puesto mucho repelente que aún ni se asoma.




La nostalgia ha invadido mis noches, estos sí fueron unos años maravillosos, como los de Kevin Arnold con Winnie Cooper. Aunque no tuve una Winnie Cooper como mi compañero blogguer Pedrito Canelo -deben leer su blog: el joven nostálgico-, sí tuve algo muy parecido.

Mi madre está feliz de ver a su última hija, su bebé, hecha toda una profesional. Nunca imaginó que su esfuerzo valdría la pena, de esto ya les contaré en el siguiente post.
Mi etapa universitaria se divide en dos partes. La primera abarca los cinco ciclos iniciales, dónde conocí a mis grandes amigas: Elisa, Vane, Cynce, Luchi, Lu y Milu.

La segunda, es cuando llevé los cursos de Periodismo, mi especialidad, no puedo mencionar a los grandes amigos que hice porque son muchos, pero cada uno de ellos sabe todo lo que hemos compartido juntos. Es genial cuando te cruzas con gente que sigue tu mismo rumbo, compartes más que una simple amistad.

La primera periodista que me enseñó fue Milagros Leiva, al escucharla dije esto es lo que quiero. Me contagió su amor por esta profesión, que créanme es muy hermosa. El periodismo no empieza con una cámara o una computadora. El periodismo empieza en uno mismo, en las ganas de investigar y contar lo que vas descubriendo a un lector, el que te hace crecer.

¿Estoy contenta? ¡Claro que sí!, por fin no tendré que levantarme temprano, no más trabajos, no más discusiones tontas con los burócratas que manejan mi universidad, no más E-370… Esto me pone nostálgica, el E-370 es la sala de redacción. El único lugar donde puedes sentir un aroma especial, mi rincón favorito. Entre computadoras y algunos escasos periódicos europeos, entendí cual era mi gran pasión: el periodismo de investigación. En esas paredes conocí a mi gran mentor y amigo: Santiago Pedraglio, comprendí a muchas personas a las que antes no me interesaba conocer. Aprendí a ser periodista.

La universidad me ha dejado muchos recuerdos gratos, imágenes que jamás serán arrancadas de mi memoria y de mis cuadernos, los que alguna vez tuve.
Tengo tantas cosas que decir de estos seis años universitarios. Muchos cursos cerrados porque somos ocho gatos en periodismo. Aquí tuve que adoptar a la paciencia como una de mis virtudes. Esperé más de un año para que se abra un curso, el cuál recién lo llevé este ciclo y a las 7 AM. Sí una tortura, tengan en cuenta que vivo en San Miguel y estudié en la Universidad de Lima. Aceptó que muchas veces renegué por la distancia, pero al final era divertido, tenía un plus: ¡podía leer en el camino!


Mi último año fue genial, lo disfruté al máximo, aunque Santiago diga que mi viaje me cambió, y así fue pero para bien, creo. Los últimos dos ciclos llevé todos los cursos con la misma gente, parecía el cole; las bromas, los comentarios, nuestro comportamiento, en fin… los quiero mucho: Mario, Mari’s, Panchita, Sebas, Fio’s, Mey, Andrés, Coco’s, Omar, Alberto y Denisse (mi compañera en altamar). No puedo dejar de mencionar a mi guachi preferido, todos tenemos uno que además de ser el guardían de tu facu es tu pata, el mío se llama Pedrito y es un gran tipo -si alguna vez lees este blog muchas gracias por abrirme la puerta del E-370 cuando te lo pedía-.



Podría pasar horas hablando de esta pieza fundamental en mi camino, la cual me formó para una parte transcendental de la vida pero como se dan cuenta no acostumbro dar todos los detalles de las cosas que realmente me importan. Termino este relato con las palabras del gran maestro Kapuscinski: los cínicos no sirven para este oficio…


¿Y tú ya eres un egresado (a)? ¿Cómo fue o es tu vida universitaria? Antes de responder, escuchemos esta canción que me encanta y que sea lo que sea, total ya estoy a la mitad de esta carretera... Jorge Drexler - Sea

jueves, 23 de octubre de 2008

Mis mejores libros

(Después de muchos días he vuelto. Pido disculpas por mi ausencia. Muchos se quedaron pensando en los personajes del post anterior, creo que otra oportunidad escribiré la segunda parte. Eso sí, prometo mayores detalles)

Mis mejores libros


Los hermanos son los mejores libros que podemos leer… no solo hay hermanos de sangre, también están los de toda la vida: tu hermano del alma, tu pata, tu yunta, tu brotherzazo, tu pataza, tu causita, etc. De ellos tengo varios, están: mi colo adorado, mi mejor amigo del colegio Miguel, mi compañera del barrio y vida: Sonia, tan solo por mencionar algunos. Aunque, también tengo dos hermanas de sangre; a las cuales adoro con pasión desenfrenada.
La mayor es Mache. Hace unos meses pasó a la base tres y nos dio la mayor satisfacción familiar: Isabella, mi sobrina querida. La segunda, que muchos conocen es Jeannette –mi eterna compañera y mejor consejera -, ella es Polystel: se mantiene joven aunque pasen los años.


He tenido la suerte de pelearme con mis hermanas, con ambas, aunque con la mayor mucho más. Jeannette entraba al Ring de Box como referí de la contienda. Era y es la más ecuánime de las tres, la madura, la que nunca sufrió por desamor. Al menos no al mismo grado que Mache y yo. Sin lugar a dudas es la más fuerte. Es la segunda mamá, mi casi casi mentora.
Mache es la eterna adolescente, a pesar de ser madre, mantiene ese espíritu que solo a los 15 puedes tener. Esta llena de ilusiones, de sueños –incluso el ya cumplido sueño americano -. Fui su peor pesadilla hace más de diez años, quería todo lo de ella. Era mi modelo. Mi guía de lo que estaba a la moda. De lo adecuado.


Con el paso de los años, con los caminos elegidos, hemos logrado mantener una buena relación. Quizás porque no nos vemos hace más de 5 años. Ella decidió irse al país donde, según algunos, las oportunidades son múltiples –mil veces más que aquí -. En diciembre vendrá a pasar la Navidad con nosotros. Lo más probable es que en plena cena nos echemos a reír de las mil y un cosas que yo le hacía o, termínenos por lanzarnos las frutas del panetón en la cara.


Recuerdo que me sentaba en la sala cuando venían sus amigos a visitarla. Me encantaba estar entre grandes, a continuación una pequeña parte de nuestros diálogos

-Mache: Gata anda arriba.
-Yo: No quiero. ¡Esta es mi casa puedo estar donde yo quiera!
-Mache: Mamá dile a la gata que vaya a jugar.
-Mamá: Ay hijita tu hermanita no molesta…



Simplemente no me movía. Nadie me sacaba de mi momento predilecto. Amaba parar la oreja, escuchar las charlas de grandes y ver los gestos que hacían, para luego repetirlos.
También recuerdo, haber llorado por mi hermana cuando le rompieron el corazón. Prometí nunca pasar por lo mismo, pero terminé cayendo en un camino similar. Festejé cada logro. Incluso en su fiesta de 15, yo era la mini quinceañera, estaba en todas, no se me escapaba nada. Era la pequeña guachi. ¡Qué épocas!


Hay algo que cuando viene a mi mente se queda por varias semanas. Es un episodio muy gracioso. En un cumple familiar, Mache y una prima –un año menor que ella- subieron a la azotea a fumar. Yo, metiche y recontra chismosa, las seguí a escondidas. Esperé que mi hermana prendiera el cigarro para acercarme –era la primera vez que ella fumaba-, y le dije: ¿Mache estás fumaaaaaandooooo? Te vas a quemar la boca. Mi mamá te va pegar. De inmediato se paró y empezó a corretearme para que no diga nada. Como se han dado cuenta fui una hermana menor muy lacra. Ahora es todo lo contrario.


Con Jeannette -mi otra hermana- hay demasiados momentos kodak. Episodios de confraternidad y confianza. Es mi protectora, mi defensora, mi ángel de la guarda terrenal. A pesar de lo diferente o iguales que seamos -para algunos-, desde que tengo memoria siempre ha velado por mi felicidad.



El dolor de cabeza para mi mamá era llevarme a comprar ropa. Cada vez que íbamos nunca me gustaba nada. Según yo, no encontraba algo que me quede y terminaba por irme sin haber adquirido prenda alguna. Ese era el problema. Al llegar a casa y ver lo que mi hermana se había comprado, soltaba un: ¡que lindoooo! ¿Dónde estaba que no lo vi? En la actualidad, solo a veces, este episodio se repite.Lo que también sucedía, sin querer y esto lo puedo jurar, es que terminaba escogiendo -las pocas veces que me gustaba algo- lo más caro. Por ejemplo, mientras los zapatos elegidos por Jeannette costaban 100 soles, los míos pasaban los 250. Reitero que no lo hacía adrede.



Gabo, un amigo querido, hoy dijo que le hubiese gustado tener hermanos. Pensé que a mi también. Un hermano hombre - como decía mi abuela- inspira respeto. Minutos después resalté lo afortunada que soy en tener dos hermanas como las que tengo. No necesitamos de un "hermano" para hacernos respetar, con nosotras basta y sobra. Cuando una de las tres tiene problemas, las otras sacamos los dientes, las garras, todo para defenderla. Somos guerreras innatas, lo heredamos de nuestra madre. No sé que haría sin mis hermanas. Son una pieza fundamental en mi rompecabezas.


Sin ellas no hubiese aprendido todo lo que sé. Me enseñaron a leer. A caminar en un pie. A entender cuál era mi verdadera vocación. A pedir perdón. A decir ¡basta! A no callarme nunca…Podría pasar horas hablando de estas mujeres maravillosas que son parte de mi familia, que no se amilanan ante nada. Pero creo que este pequeño relato es suficiente, algo superficial, aunque significativo.



Mis hermanas son mis libros más preciados. Son las únicas páginas que no me canso de leer, a las que vuelvo siempre, ya sea para rescatar frases favoritas o para nutrirme nuevamente. Son los únicos textos que están escritos en mi sangre.


¿Y ustedes tienen hermanas (os)? ¿Cómo se llevan? Antes de responder los quiero dejar con una canción, una Fábula de Tres Hermanos. ¡Disfrútenla!




domingo, 28 de septiembre de 2008

Realidad paralela



Este post tiene nombres y apellidos, los cuales no serán revelados, son confidenciales. Pero la historia a continuación puede ser leída, juzgada y comentado por quien quiera… incluso por ti.

Cuando lo vi no sentí el click famoso de Tula, ni mariposas en el estomago como las protagonistas de las telenovelas mexicanas. Su paso fue ignorado por mi contexto. No me di cuenta de sus “gentilezas” de las que todos hablaban. Es mas ni siquiera me detuve a contemplar esos ojos misteriosos que guardan su historia, sus pensamientos más paganos y nobles.

Él, logró hacerme vivir una corta pero sustanciosa realidad paralela. La cual no duró como hubiésemos querido, fueron menos de 100 noches. Logramos interpretar la mejor canción de amor sin necesidad de escucharla y cantarla. El instante previo a nuestro primer beso no fue de película romanticona, no hubo velas prendidas, ni una noche de luna llena mucho menos un coqueteo expuesto a la merced de los transeúntes…

Fue así: Un viernes después de una salida nocturna, abordamos un taxi, él se sentó a lado izquierdo y yo a la derecha. Pasaron varios minutos de cabecear ambos, hasta que se acercó y puso su brazo sobre mi hombro, hasta ahí todo estaba bien, era algo normal. De pronto estaba tan cerca que sentí su respiración en mi cara, al tratar de mirarlo sus labios ya se habían apoderado de mí, estaba presa sin haber recibido una orden del juez.

¡Dios nuestro aliento era terrible! Él había bebido varias cervezas y un poco de vino; yo, que no suelo tomar, ese día lo hice y no satisfecha probé todo vaso que pasó por mi nariz, era la primera vez que el olor a alcohol me incitaba a seguirlo. El taxista que nos llevaba fue el único testigo del primer momento en que empecé a fluir; en el que no pensé en nada, ni siquiera que mi boca apestaba -quizás para los hombres esto no sea importante, pero para nosotras sí, lo usual es que uno ande en la cartera con mentitas, halls o trident. Total la primera impresión es la que cuenta, después no hay problema-.

No pasaron ni dos horas y ya sabíamos leernos entre líneas, éramos un par de extraños compenetrados, unos amigos, conocidos, aliados, compañeros, camaradas, extranjeros, exploradores, que simplemente estábamos ahí: lejos de nuestro ambiente -tal vez deba decir lejos de mi escenario-. En ese momento él era el dueño de la situación. Les ha pasado alguna vez que su acompañante desempeña el rol de “sujeto dueño del mundo”, y sin que él lo indique una voz tácita dice: estás en mi cancha, una profesional, no es para principiantes, así que sal y demuestra tu juego, aquí no hay pierde. Esto fue lo que me pasó. Y no es que esto sea malo o bueno, aquí entraríamos en los dilemas de la moral, dilemas que por muchos años me persiguieron y aún no se alejan del todo… Así es el fútbol, la vida real

Hoy una amiga me preguntó si aún siento algo por él. Y la respuesta fue un sí, pero uno dudoso. No puedo hablar de amor a primera vista, no fue así, ni se acercó al flechazo, nos conectamos después, luego de conocer nuestra historia, de saber –en pequeñas cantidades- quién era quien… Creo que el ver nuestro lado oscuro logró conectarnos al 100%, a pesar que mi buen compañero de letras MAC dice que idealicé demasiado a ese chico y es probable.
Nunca nadie me atrajo tanto después de escucharlo. Tuvimos y tenemos, creo, una sintonía muy especial; compartíamos los mismos sueños y hasta algunos gustos musicales, aunque su orgullo no le permita aceptarlo, fue así. Con él experimenté vivir mi poema preferido de la adolescencia, comprendí cada verso leído.

Nuestra estadía se limitaba a quedarnos pegados con el atardecer, enterrarnos en la arena, chismearnos todo, echarnos a reír de mis pensamientos más alucinógenos, sin necesidad de estimularme con alguna sustancia natural inmersa en él…

Contigo aprendí a escucharme en otra dimensión. Entendí que es mentira esa frase de siempre te llevaré conmigo… Al final pasamos más noches separados de las que pensamos estaríamos juntos, pero eso era lo que venía: el segundo paso, ¿verdad?

Lo vivido queda en esa dimensión del ayer, uno no puede cargar siempre con la misma mochila, hay que vaciarla o comprarse una nueva para llenarla de nuevas posibilidades. Debo confesar que yo no he cambiado de mochila, aunque sí saqué todo menos el libro que él dejó.

A veces hay que seguir nuestros impulsos, ellos te pueden conducir a pasajes maravillosos: información valiosa para la memoria, sobre todo si logramos captar las claves secretas del lugar ingresado… ¡Yo ya las tengo!


Aquí les dejo esta magnifica canción de Silvio Rodríguez, uno de mis trovadores preferidos. La misma que acompañó esta historia.



viernes, 26 de septiembre de 2008

un post del recuerdo

Hace unos meses, cuando hacia mis prácticas en un diario limeño, me dieron la tarea de redactar una nota por el día de "los enamorados". Cuando me la encomendaron, pensé, demonios ahora debo ir a todos los lugares adornados con globos rojos, rosas, cintas, entre otras cosas; que para mi gusto terminan siendo patéticos. Pero para mi buena suerte no fue así, el artículo hablaría del desamor, de lo que hacemos cuando nos rompen el corazón. Así que junto con mi editor decidimos poner un post, en el blog de la sección, para que los lectores cuenten sus casos, con estos se logró armar una nota muy útil, al menos para mí. Aquí les dejo el post, ojalá se animen y comenten su experiencia, puede ser una gran terapia...



¿Qué haces cuando te rompen el corazón?

Debo confesar que solo una vez celebré el día de San Valentín y solo una vez también, me rompieron el corazón. Al terminar una relación pasamos por dos momentos, el primero es disfrutar nuestra soltería y el segundo, nada agradable, el proceso del olvido, este es el que más duele. El orden depende del contexto.




Cuando me destrozaron el corazón, sentí que mi vida se terminaba, era la primera vez que tenía un dolor tan fuerte que ningún analgésico podía calmar. ¿Cómo se cura el desamor?, me pregunté varias veces. Mi madre me dijo que solo el tiempo era el encargado de curar las heridas. Pero el tiempo no existía para mí. Fue una etapa difícil. Hoy es graciosa, aunque en ese momento mi universo cambió, me daba exactamente lo mismo estar despierta o dormida, casi no comía, llegué a pesar 38 kilos, mis huesos empezaban a sobresalir por mi diminuto cuerpo, sentí por primera vez que moría.

Dicen que lo peor es una mujer despechada. No sé si somos más vengativas o impulsivas que los hombres, lo cierto es que atravesar por el rompimiento de una relación afectiva es igual de difícil para ambos y debemos saber llevar nuestro proceso de duelo, así me lo explicó mi psicólogo, textualmente dijo: Giuliana es normal que te den ganas de llorar de la nada o al escuchar una canción que te recuerde a esa persona, estas en un proceso de duelo, debes entender que ese chico ya no forma parte de tu vida. No te preocupes este período dura tres meses, sigue haciendo tus cosas, trata de mantener la mente ocupada. Era fácil escucharlo pero hacerlo se convertía en una odisea.Hay personas que han llegado a suicidarse por un desamor. La depresión nos puede llevar a hacer cosas jamás imaginadas, por ello debemos aprender a curarnos y a sobrevivir con esta enfermedad que empieza atacando al corazón, pero puede terminar por destruirnos completamente.

Para Octavio Paz el tiempo del amor no es grande ni chico: es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un instante. No nos libra de la muerte pero nos hace verla a la cara.
¿Y para ti cómo es tu tiempo de amor? ¿Qué haz hecho cuando te rompieron el corazón? Antes de responder, les recomiendo escuchar al gran Calamaro con este tema que no necesita presentación, como dijo mi buen amigo Miguel Ángel: Andrés tiene las mejores canciones de desamor.




miércoles, 24 de septiembre de 2008

Yo nunca vi a los duendes


Desde que tengo uso de razón nunca he visto a un duende. Recuerdo que de niña todos mis amigos decían verlos y por más esfuerzo que hacía nunca pude conocerlos en vivo y en directo. Incluso rezaba, le pedía Dios que por favor hiciera que aparezcan en mis sueños, juraba que me portaría bien si me hacía el milagro. Era inútil, no me escuchaba o de repente le rezaba a otro ser imaginario… No lo sé.

La única imagen que tengo de un duende es la comercial. Un pequeñito vestido de verde, con orejas y zapatos puntiagudos, que algunos son buenos y otros malos y que sus victimas preferidas son los niños sin bautizar. Algunos dicen que solo esos niños tienen la oportunidad de verlos. Quizás yo nunca conocí uno porque me bautizaron a los 2 o 3 años. Creo que mi mamá tenía miedo de encontrarme debajo de mi cuna con moretones.

Recuerdo que un viernes por la tarde salí al parque a jugar con mis vecinos y compañeros de diversión, todos mayores que yo. De pronto alguien me dijo: ¿lo viste? y yo qué cosa, ¿no lo ves? ¡Detrás del árbol, ahí está! ¡Mira! ¡Mira! ¡Mira! No vi nada. Todos podían ver a los duendes menos yo. Así que un día mentí, dije miren chicos ahí hay un duende, dónde preguntaron mis amigos, ahí debajo del carro rojo… ¿debajo del carro? Preguntó Arturo, se quedó pensando y dijo: eres una mentirosa, los duendes no se ponen debajo de los autos porque los pueden chancar. A lo que yo muy astuta respondí: no los chancan tonto, ellos se pueden volver invisibles y se van…
Han pasado los años y aún sigo creyendo que estos personajes solo existen mientras uno quiera que así sea. El poder de la mente es demasiado fuerte. El secreto lo dice, les recomiendo el libro o la película The Secret. Pero volviendo a estos renacuajos con poderes mágicos, tengo una pregunta ¿cuántos de ustedes han visto uno? ¿Les han hablado? ¿Qué les dijeron?


Este duende va para mi querido amigo Gino Ballón: