jueves, 23 de octubre de 2008

Mis mejores libros

(Después de muchos días he vuelto. Pido disculpas por mi ausencia. Muchos se quedaron pensando en los personajes del post anterior, creo que otra oportunidad escribiré la segunda parte. Eso sí, prometo mayores detalles)

Mis mejores libros


Los hermanos son los mejores libros que podemos leer… no solo hay hermanos de sangre, también están los de toda la vida: tu hermano del alma, tu pata, tu yunta, tu brotherzazo, tu pataza, tu causita, etc. De ellos tengo varios, están: mi colo adorado, mi mejor amigo del colegio Miguel, mi compañera del barrio y vida: Sonia, tan solo por mencionar algunos. Aunque, también tengo dos hermanas de sangre; a las cuales adoro con pasión desenfrenada.
La mayor es Mache. Hace unos meses pasó a la base tres y nos dio la mayor satisfacción familiar: Isabella, mi sobrina querida. La segunda, que muchos conocen es Jeannette –mi eterna compañera y mejor consejera -, ella es Polystel: se mantiene joven aunque pasen los años.


He tenido la suerte de pelearme con mis hermanas, con ambas, aunque con la mayor mucho más. Jeannette entraba al Ring de Box como referí de la contienda. Era y es la más ecuánime de las tres, la madura, la que nunca sufrió por desamor. Al menos no al mismo grado que Mache y yo. Sin lugar a dudas es la más fuerte. Es la segunda mamá, mi casi casi mentora.
Mache es la eterna adolescente, a pesar de ser madre, mantiene ese espíritu que solo a los 15 puedes tener. Esta llena de ilusiones, de sueños –incluso el ya cumplido sueño americano -. Fui su peor pesadilla hace más de diez años, quería todo lo de ella. Era mi modelo. Mi guía de lo que estaba a la moda. De lo adecuado.


Con el paso de los años, con los caminos elegidos, hemos logrado mantener una buena relación. Quizás porque no nos vemos hace más de 5 años. Ella decidió irse al país donde, según algunos, las oportunidades son múltiples –mil veces más que aquí -. En diciembre vendrá a pasar la Navidad con nosotros. Lo más probable es que en plena cena nos echemos a reír de las mil y un cosas que yo le hacía o, termínenos por lanzarnos las frutas del panetón en la cara.


Recuerdo que me sentaba en la sala cuando venían sus amigos a visitarla. Me encantaba estar entre grandes, a continuación una pequeña parte de nuestros diálogos

-Mache: Gata anda arriba.
-Yo: No quiero. ¡Esta es mi casa puedo estar donde yo quiera!
-Mache: Mamá dile a la gata que vaya a jugar.
-Mamá: Ay hijita tu hermanita no molesta…



Simplemente no me movía. Nadie me sacaba de mi momento predilecto. Amaba parar la oreja, escuchar las charlas de grandes y ver los gestos que hacían, para luego repetirlos.
También recuerdo, haber llorado por mi hermana cuando le rompieron el corazón. Prometí nunca pasar por lo mismo, pero terminé cayendo en un camino similar. Festejé cada logro. Incluso en su fiesta de 15, yo era la mini quinceañera, estaba en todas, no se me escapaba nada. Era la pequeña guachi. ¡Qué épocas!


Hay algo que cuando viene a mi mente se queda por varias semanas. Es un episodio muy gracioso. En un cumple familiar, Mache y una prima –un año menor que ella- subieron a la azotea a fumar. Yo, metiche y recontra chismosa, las seguí a escondidas. Esperé que mi hermana prendiera el cigarro para acercarme –era la primera vez que ella fumaba-, y le dije: ¿Mache estás fumaaaaaandooooo? Te vas a quemar la boca. Mi mamá te va pegar. De inmediato se paró y empezó a corretearme para que no diga nada. Como se han dado cuenta fui una hermana menor muy lacra. Ahora es todo lo contrario.


Con Jeannette -mi otra hermana- hay demasiados momentos kodak. Episodios de confraternidad y confianza. Es mi protectora, mi defensora, mi ángel de la guarda terrenal. A pesar de lo diferente o iguales que seamos -para algunos-, desde que tengo memoria siempre ha velado por mi felicidad.



El dolor de cabeza para mi mamá era llevarme a comprar ropa. Cada vez que íbamos nunca me gustaba nada. Según yo, no encontraba algo que me quede y terminaba por irme sin haber adquirido prenda alguna. Ese era el problema. Al llegar a casa y ver lo que mi hermana se había comprado, soltaba un: ¡que lindoooo! ¿Dónde estaba que no lo vi? En la actualidad, solo a veces, este episodio se repite.Lo que también sucedía, sin querer y esto lo puedo jurar, es que terminaba escogiendo -las pocas veces que me gustaba algo- lo más caro. Por ejemplo, mientras los zapatos elegidos por Jeannette costaban 100 soles, los míos pasaban los 250. Reitero que no lo hacía adrede.



Gabo, un amigo querido, hoy dijo que le hubiese gustado tener hermanos. Pensé que a mi también. Un hermano hombre - como decía mi abuela- inspira respeto. Minutos después resalté lo afortunada que soy en tener dos hermanas como las que tengo. No necesitamos de un "hermano" para hacernos respetar, con nosotras basta y sobra. Cuando una de las tres tiene problemas, las otras sacamos los dientes, las garras, todo para defenderla. Somos guerreras innatas, lo heredamos de nuestra madre. No sé que haría sin mis hermanas. Son una pieza fundamental en mi rompecabezas.


Sin ellas no hubiese aprendido todo lo que sé. Me enseñaron a leer. A caminar en un pie. A entender cuál era mi verdadera vocación. A pedir perdón. A decir ¡basta! A no callarme nunca…Podría pasar horas hablando de estas mujeres maravillosas que son parte de mi familia, que no se amilanan ante nada. Pero creo que este pequeño relato es suficiente, algo superficial, aunque significativo.



Mis hermanas son mis libros más preciados. Son las únicas páginas que no me canso de leer, a las que vuelvo siempre, ya sea para rescatar frases favoritas o para nutrirme nuevamente. Son los únicos textos que están escritos en mi sangre.


¿Y ustedes tienen hermanas (os)? ¿Cómo se llevan? Antes de responder los quiero dejar con una canción, una Fábula de Tres Hermanos. ¡Disfrútenla!